miércoles, 28 de mayo de 2014

Capítulo 6: Un paseo por mi Infierno.

Recuperé la consciencia de mi mismo pronto y decidí salir al campo a tomar el aire, mas pronto me di cuenta que eso no sería posible, pues ya no estaba en mi cuarto, tampoco en el castillo, ni si quiera en la aldea. Me encontraba en un lugar rocoso, sin una brizna de aire, incluso me atrevería a asegurar que allí no había oxígeno, sea como fuera, ese no era un problema para mí, el oxígeno me estaba de más, solo deseaba volver.
De pronto recordé, a mi mente vinieron los recuerdos y los agarré al vuelo como a mariposas incandescentes. Mi conversación con Lucifer. ¿Cómo era posible? Yo estaba convencido de que el coloquio había tenido lugar en mis habitaciones, ¿cómo llegué hasta allí? Y lo que era más importante, ¿cómo salir? Me encontraba en el Infierno de eso ya no cabía duda, no obstante, ¿era posible huir del Infierno?

“Debes vencer a tu propio Infierno para salir, es la única manera muchacho.” En cuanto sonó aquella voz en mi cabeza supe de inmediato quien me estaba hablando, mas no comprendía. ¿Cuál es mi Infierno? “No es otro que tu odio hacia ti mismo, debes comenzar a valorar esta nueva oportunidad que te he brindado, si no lo logras nunca saldrás de aquí.”

Mi odio… ¿Cómo superarlo? "Ían, debes focalizar tu odio hacia otro objetivo."Me dije a mi mismo, pero ¿cómo? ¿Cómo si el único culpable de todo siempre había sido yo? En ese instante comencé a dudar de mi culpa, jamás elegí ser quien soy, jamás podría haber cambiado mi situación de precariedad. En ese preciso instante me sentí traicionado, por todo las personas que habitan el mundo, sentí como el rencor en mi interior crecía, rencor hacía mi madre cuando no me miraba, rencor hacía aquel niño que fue cruel conmigo, rencor hacía toda la gente que a lo largo de mi vida me había hecho sentir raro. “¿Y si es cierto, y yo ya era esto incluso antes de nacer? ¿Y si mi transformación nunca se ejecutó porque jamás fui otra cosa que lo que ahora soy?” Sí, lo recordaba, aquellos extraños pensamientos tan impropios de un niño de mi edad, como mágicamente podía conocer los pensamientos de los que me rodean, y mi instinto especial para la caza…

 “Ellos nunca me aceptaron, y si no lo hicieron entonces ¿por qué lo harían ahora? Me dieron la espalda, me condenaron incluso antes de cometer el crimen.” Rompí a llorar en el acto, y sin darme cuenta mis pies se desplazaban independientemente de mi cuerpo, avanzaba hacia algún lugar, aunque no creía conocer el camino sabía a dónde me encaminaba, hacía la salida. Mas lejos de darme por vencido al solucionar mi problema la rabia continuó saliendo por cada poro de mi piel, como un arroyo que no hay manera de detener hasta que quede seco. “No hay justicia en este mundo de locos, y si la hay, ¿cómo concebir que una mujer y un hombre no fueran capaces de querer a un niño? ¿Cuál es la dificultad? Nunca fui normal, es cierto, pero ellos no tenían derecho a esto, a convertirme en el monstruo que ahora soy. Me han hecho pedazos, me destrozaron con las manos para esparcir los trozos en el campo a medio arar. ¿Por qué? ¿Por qué tanta crueldad? ¿Por qué continuar haciendo daño? Si al fin y al cabo yo tan solo era un niño, un muchacho que no comprendía porque los otros niños se alejaban de él. Pero el niño creció y llegó el joven, y no obstante, para él nunca hubo mayor presente que la indiferencia, la incomprensión, las miradas de lástima, las mentiras. 

Ellos me odian, el mundo en su equilibrio y armonía natural no me permite formar parte de él, me rechaza como el agua rechaza al aceite, simplemente por no ser tan puro como ellos desearían. Jamás les perdonaré, ¿por qué hacerlo si ellos no se merecen mi perdón? Mi único pecado fue nacer. ¿Pero por qué focalizar todo el castigo, toda la desdicha en mí? ¿Es que acaso no nacieron los demás? ¿Acaso no nacen los pájaros que vuelan, los peces de los océanos no nacen y viven también, y el ladrón y el monstruo acaso ellos no fueron expulsados a este mundo? Y yo que tengo más alma que ellos, más conciencia y más bondad tengo menos libertad.

Les odio. ¿Y cómo no odiarles? ¿Cómo no odiar a un mundo que ya desde que mi madre dio a luz me condenó a caer?

Ellos me han hecho esto, con mi vida pagué su ingratitud, y ahora ellos pagarán con su alma mi condena. Seré su perdición en el camino y su pesadilla en la noche. Tendrán en mí el enemigo más grande que podrán imaginar. A todos ellos que desearon mi mal yo les devolveré el doble, por haber hecho pedazos a un niño, por haber ennegrecido un corazón noble.”

Al descargar tanto odio que fluía a través de mí noté por primera vez un mucho tiempo como mi carga se desvanecía. Mi cuerpo era mucho más ligero que una pluma ahora, el odio me pesaba tanto que habría sido capaz de asfixiarme de haberlo tenido un día más. Aunque por aquel entonces nunca lo habría creído, aquello que aparentemente me sacaba del infierno provocaba que mi alma entrara de verdad en él.
 Ellos debían morir para yo poder gozar de la vida, debían condenarse para que yo fuera libre. Así funciona este despreciable mundo, es necesario destrozar tus obstáculos antes que estos te lastimen, antes si quiera de que se den cuenta de que tienen la posibilidad de hacerlo.

Me encontraba cegado por la ira, de manera que cuando quise darme cuenta me hallaba al final de un túnel muerto. La piedra no puede morir lo sé,  pero no hay un mejor adjetivo para calificar aquella sensación, simplemente se veía la perdición. En la desembocadura del túnel había una amplia caverna a modo de antecámara, en su extremo una puerta de mármol oscuro, con una inscripción:

«Por mí se va a la ciudad doliente,
por mí se va en el eterno dolor,
por mí se va con la perdida gente.

La justicia movió a mi alto hacedor:
Hízome la divina potestad,
la suma sabiduría y el primer amor.

Antes de mí ninguna cosa fue creada
sólo las eternas, y yo eternamente duro:
¡Perded toda esperanza los que entráis!»


Dante tenía razón, ahí estaba la inscripción, ahí estaba la infernal puerta. Mas en una cosa no fue certero, los augurios de maldad y crueldad, de dolor y desesperanza no estaban en la entrada del Infierno, sino en su salida.








miércoles, 21 de mayo de 2014

Capítulo 5: conversar en el infierno





…Esta es mi historia joven, posiblemente no es la historia que esperaras oír, pero al fin y al cabo, ¿cómo esperarlo? Si vivimos en un mundo de mentirosos regidos por un Dios tan cegado por el amor que es incapaz de ver la destrucción, de distinguir el bien del mal. 

-¿Cómo puede ser eso posible si Dios todo lo puede, como no ver la línea del bien y el mal si Él creó sus propios límites?-interrumpí con suma cautela, en mi estrecha mente medieval no cabía la idea de que Dios pudiera errar en algo, no me juzguéis, fue así como me criaron.

-Él lo hizo es cierto, mas no es así ahora, hay un motivo para este desajuste, al igual que hay una razón por la que el mundo está siendo destruido ahora. –De nuevo iba a interrumpir con más de mis absurdas preguntas y defensas de fe, pero al percatarme del gesto de su mirada me persuadí a mí mismo para desechar aquella pésima idea. Se produjo una pausa por su parte y se quedó pensativo, deliberando la manera de proseguir adecuadamente, como creyendo que un campesino como yo jamás entendería sus anhelos, y ciertamente tenía razón, en aquel entonces no comprendí nada, es más, me fueron necesarias tres vidas humanas para atisbar una brizna de sus inquietudes. - ¿Sabes por qué Dios me expulsó de su lado?- Al fin se decidió a preguntar.

Asentí con la cabeza, ¿quién podría culparme por ello? Había escuchado aquella historia cientos de veces, ¿cómo iba yo siquiera a sospechar que todas esas narraciones épicas eran falsas como el retroceso de una serpiente justo antes de lanzarse contra su presa?

-Fuiste cegado por la ambición, quisiste ser como Dios, y debido a tu arrogancia Él se vio obligado, muy a su pesar, de desterrarte del paraíso y confinarte en el inframundo.

Esperé una reacción desmedida y de reprimenda hacia mis atrevidas palabras de inmediato, que me lanzará una mirada colérica, ¿y por qué no? Que me desintegrara allí mismo. Pero lo único que sucedió fue aún peor que desintegrar mi persona múltiples veces consecutivas. Rió. Rió con carcajadas estridentes y escalofriantes. Asemejando que mis últimas palabras se trataban de un vulgar chiste, o de una broma de mal gusto. Su risa me provocaba asfixia, pánico, sentía como mis pulmones se desinflaban conforme Él reía, como si fuera yo quien riera sin parar siquiera a coger aire, pero justo en el momento en el que torno sus negros ojos de nuevo hacia mí, mis pulmones fueron estrangulados salvajemente, tanto que creía que moriría en el acto. ¿Qué como sabía que sus ojos eran negros? 
Porque esos ojos azabache se clavaron en mi mente como un puñal, porque los vi con tanta claridad como veo el Sol, más que eso, aún hoy los sigo viendo, unos ojos oscuros observándome, siempre al acecho, en el eterno juicio del que controla si actúas bien o mal. Los ojos que te advierten que no eres la criatura poderosa que tú fantaseas con ser, un recuerdo de tu debilidad, un recuerdo de quien es ciertamente tu líder, un recuerdo de tu eterna deuda que jamás podrá ser saldada, tan solo un recuerdo del Infierno.

-Aprendiste bien la lección que te enseñaron chico. Desde tiempos inmemorables las historias van cambiando, matices sin importancia, pero el cuento siempre continúa siendo el mismo. Ahora escúchame bien pues vas a conocer la verdadera historia:

“Nada de engaños, nada de envidia, nada de arrogancia y avaricia, jamás hubo nada de eso. Yo le amaba, joven, y por todos los cielos y los avernos que aún le amo. Eso es todo. Le amo más que a nada, esa es la verdad, la única y la auténtica. ¿Cómo comprender entonces que vuestro bien amado Dios, desterrara a alguien que le ama con todo su ser? Muy sencillo, no estaba de acuerdo con su más preciada creación, jamás apoyé a su monstruo, el mayor engendro que la naturaleza haya visto jamás: vosotros, los pequeños e irascibles humanos. Jamás respaldé el proyecto y cuando al fin el día llegó, mi angustia se hizo insoportable, tanto que cuando llegó mi turno como ángel de sumarme a mis hermanos y jurar protección y auxilio para vosotros no pude más que decir: Padre…no puedo, ellos son criaturas despreciables, son asesinos” Él jamás me lo perdonó, y por eso me envió al Infierno, que no es otro lugar que la Tierra, el peor de los martirios inimaginables sufro aquí, puesto que me veo obligado a contemplaros. Contemplar como acabáis cada vez más ágilmente con la Creación, que para nada fue el resultado de siete exhaustivos días de trabajo como vosotros creéis saber, sino que mucho más costó crearla que a vosotros despedazarla sin piedad. Veo como matáis cada árbol, como aplastáis especies milenarias, como corrompéis la naturaleza, la naturaleza que aprendí a amar casi tanto como a su Creador. Ahora dime, ¿fue el castigo equiparable al crimen? Mas sabiendo que yo tenía toda la razón; y ¿sabes lo peor de todo? Que no puedo hacer nada.

Ciertamente, esto puede sorprenderte, pues desde que tenéis memoria os enseñan a odiarme, a culparme del mal del mundo, todo lo que no es correcto debe haber pasado necesariamente por mí. Pero no es así. Mira el daño que habéis ocasionado tan solo un puñado de vosotros, y ahora respóndeme, ¿cuántos me culpáis a mí por ello? ¿Cuántas veces acarreáis a un mal hombre el título no merecido de endemoniado, simplemente por eso, porque es un mal hombre? ¿De cuantas catástrofes me proclamáis culpable? ¿Cuántos pecados aseguráis cometer por mi influencia?

No os engañéis más, mi único crimen es desear proteger el mundo, desear que Dios se dé cuenta de su error. Pero es incapaz, Él os ama demasiado, Caín erró al afirmar lo contrario, aunque en algo tenía razón, el amor daña la perfección, Él no puede ver el daño que ya está hecho, yo mismo no puedo actuar como debería por temor a herirle, porque también le amo. En el momento en el que vosotros fuisteis creados, en el preciso instante en el que nació vuestra oscura “perfección” murió irremediablemente la de todo lo demás, una parte de Dios murió con vosotros muchacho, y es por eso por lo que os odio tanto, por eso es por lo que os creé, para borrar la perfección de la Tierra, y que así todo vuelva a ser perfecto.”


No era capaz de articular palabra, tanto fue así que fruto del shock caí en un profundo sueño. Al despertar supuse que ya no habría rastro de aquella aparición, que se había marchado, incluso puede que lo creyera durante algún tiempo.


Pero no, Él nunca se marchó, desde entonces siempre ha estado aquí, conmigo, con su hijo.