Dos almas enlazadas por la más firme de las ataduras se miran una noche de invierno en la estación de tren. Dos mujeres que con melancolía cruzan sus miradas por última vez, y se abrazan conociendo y temiendo el último adiós.
-¿Crees que es necesario que te marches? Tiene que haber otro modo.
- Lo hay, pero no es el que he elegido. Debo irme, en este pueblo no hay espacio para mis anhelos, ni para mis ilusiones ni tampoco para mis sueños. Este sitio me oprime, me ahoga.
-Pero sabes que aquí puedes tener cuanto quieras, puedes triunfar...
-No, por favor no sigas, ¿triunfar? De que sirve una mente triunfadora si no se da a conocer, tengo que ampliar mis horizontes, eso es todo lo que me hace falta. ¿Por qué conformarme con el estanque teniendo a un paso el magnífico océano? ¿Por qué debo resignarme a que me conozcan unos cientos, cuando hay fuera miles esperan descubrirme? Y es que aquí no soy más que un pez grande en un estanque pequeño.
- Es posible, igual que puede ser que ese pez grande mengüe al entrar en el océano, donde, como tú, hay miles dándose a conocer. Sin embargo aquí eres única, puedes tener la certeza de que nadie será capaz de hacer lo que tú haces, mientras que allí, con seguridad, haya decenas.
-Tienes razón no te lo niego, quizás mi talento se vea eclipsado, pero también puede crecer, mejorar, ofrecer más de lo que ahora ofrezco. Esa es mi lucha, perfeccionar mi arte, nunca dejar de hacerlo, el mundo es infinito como las posibilidades que nos brinda, y sería de necios desperdiciarlas todas permaneciendo en un lugar donde no puedo acceder ni a la mitad de ellas. Y aún con el fracaso como opción siento que valdrá la pena.
Sí, soy un pez grande en un estanque pequeño, y diminuto comparado con el inmenso océano; pero este pez no desaprovechará la oportunidad de hacerse más grande, de darse a conocer y así surcar libre y orgulloso el mundo entero.
El tren partió esa noche, y la mujer pudo triunfar y tocar el cielo o pudo hundirse y fracasar, poco importa. Lo verdaderamente crucial en esta historia es que dentro de ella brillaba un espíritu emprendedor y valiente, y es que ¿qué más hace falta para triunfar? Ella emprendió su propio camino de superación sin importar los obstáculos que la vida le ponía: el dinero, los murmullos, las personas, incluso el amor fue en esta ocasión un fuerte impedimento. Para ella no había nada más importante que alcanzar su sueño, que, no conforme con ser un pez grande en un estanque pequeño, quería surcar los océanos. Desenfundó su arco y apuntó al cielo, con la seguridad de que su flecha no volaría eternamente por él, pero que llegaría lejos; decidme ¿de qué le habría servido apuntar a sus pies donde su única opción no llegaría más allá de su rostro?
Y lo más importante, ella sabía, como vosotros también debéis saber, que un diamante en bruto vale menos que un diamante pulido.
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