martes, 30 de julio de 2013

Decisiones

A continuación os voy a mostrar unos relatos que forman parte de la vida de muchas personas. En la vida hay que seguir adelante pase lo que pase caiga quien caiga siempre continuar adelante... ¿o no? Es nuestra decisión, correcta o errada es únicamente nuestra.

En una casa lejos de aquí una niña se desvela; siente empujones, gritos; dolida escucha frases como márchate, ya no te necesito. Que ofensas tan desagradables entre sus padres casi no puede creerlo y opta por darle libertad a una lagrima que cae sobre su rostro. Sus padres se comportan como dos seres con rabia piensa, y de repente oye adornos que caen al suelo. Abriéndole el pasó a la preocupación la niña siente miedo y se tapa los oídos. La discusión enseguida se ha convertido en un duelo, todo por celos, sus posiciones parecen de hielo, desconfían el uno del otro impasibles, sienten que algo se ha roto, algo que ya no tiene arreglo.
Papá comienza a recoger todas sus cosas y la palabra divorcio entonces sale de su boca. Mamá destroza de un tirón su camisa y le dice no te llevarás a la niña y la riña sufrió un eclipse. De pronto él le dijo: mira quédate lo que quieras pero que la niña decida con quien se queda.
Pero la niña tiene doce años y decidir mucho le cuesta, se siente confundida y con un suspiro intenta contestar. Sabía que alguna respuesta a alguien le haría daño y dice finalmente algo como: necesito ir un momento al baño. A aquella situación le quiere poner un fin y se para lentamente al frente de un botiquín, agarró el primer pomo de pastillas que encontró. Y esa fue la decisión que ella tomó.


Este es el caso de un muchacho al que no le atraen las mujeres, pero que no quiere que su padre se entere. Él suele reunirse lejos con su pareja, por temor a abochornarlo o a manchar su intacto honor. El chico sufre por amor y no tiene el valor de hablar sobre sus preferencias, pues sabe que el viejo no las va aceptar. Su padre ha de sospechar pues no lo ve con intenciones de presentarle una novia, él se agobia y odia darle condones. Ya supone que su hijo con otro se acuesta y no deja de imaginarse orgías en inmorales fiestas, hasta tal punto que pensar le molesta y le produce dolor.
Se recuesta en la almohada y se pregunta en que falló, entonces se levanta y grita molesto: ¡Esto no lo merezco yo! Lloró y lloró y se pasó el día entre lágrimas porque en la sociedad actual es más fácil decir maricón que homosexual. Entonces pensó con más calma, con un pañuelo secó su rostro y comentó: hay homosexuales que son más hombres que muchos hombres que yo conozco. Con eso se sacó el monstruo de dentro y se dijo: esto no puede matar lo que yo siento por mi hijo. Psicológicamente el hombre se preparó se sentó a esperar hasta que su hijo llegó, lo besó te quiero como seas, le confesó, y esa fue la decisión que él tomó.

Ahora viene un matrimonio de tres décadas felices que ha sido destruido por un largo y doloroso cáncer. La señora habla sola y llora entre cuatro paredes en una casa que siempre está oscura, como su vestimenta y va al cementerio los jueves. Mira por su ventana y en sus ojos siempre llueve y ya no sabe que hacer para que por fin Dios se la lleve. Y es que a escondidas trama con huir del mundo, tras su hombre, sueña con volver a estar juntos. Pero de pronto, mira su perro un segundo, él mueve su cola contento. Ella le pasa la mano y algo raro siente por dentro, comprendió que su esposo era lo que más amaba, pero no era lo único que le quedaba. Apartó una foto de su pecho y soltó la última lágrima. Camina y cocina para los dos, o para los tres piensa, y entonces vuelve a suplicar: devuélvemelo Dios.
Descubrió que tenía voz, vida y amor para dar, entonces se cambio de ropa y saco al perro a pasear. Ella aún solía escuchar a su compañero, hablar de fútbol mientras tomaba su sopa pero, desde enero ya no está a su lado, y debe comprender que no han dejado de ser marido y mujer por él fallecer. Y aprendió que en la vida hay que tener valentía que si ella se la quitaba él no la perdonaría, abrió la ventana miro el suelo un momento, sacudió la cabeza y se sentó con su perro en un sillón, y esa fue la decisión que ella tomó.


La vida es cruel a veces y no nos deja opciones. Hay veces que el mundo nos cae encima con más espinas que flores, y cuando eso pasa cualquiera desde fuera puede brindar mil y una soluciones, pero recuerda esto, no todo el mundo sabe tomar decisiones.


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