Los reinos olvidados

Prólogo (I)

Mis orígenes... tanto tiempo pasó desde que acontecieron los sucesos que aquí os voy a contar que me cuesta un arduo trabajo recordarlo todo y aún así solo conservo vagamente una pequeña parte.

Veamos: todo sucedió hace unos cientos o miles de años, en una pequeña aldea situada... los detalles son relevantes el caso es que sucedió.


"Yo era un joven campesino, nada importante, que no destacaba demasiado. Mi familia de cuatro miembros apenas ganaba lo suficiente como para subsistir, así que mi hermana Lucy y yo nos vimos obligados a obtener dinero por nuestra cuenta. A partir de entonces mi vida fue orientada hacia la caza, fui adiestrado para ello, pocas piezas se me escapaban y algunas eran de gran valor. Mi hermana por su parte no podía más que sentarse en las calles y mendigar lo que las pocas personas con buen corazón que todavía quedaban decidían darle, que en su gran esfuerzo no era poco pero jamás era suficiente. Ella fue la que primero se dio cuenta de la verdadera situación de la aldea. Las familias más pudientes vendían la imagen de un pueblo próspero y tranquilo ideal para vivir, pero nada estaba más lejos de la realidad que eso.

La desesperación se sentía en las calles, la delincuencia no hacía más que aumentar, y lo que siempre había sido un lugar llena de armonía dio paso a la tragedia. Los ricos dejaban de serlo y los pobres lo eran aún más. Todo ello se sumaba a los oscuros rumores que ya corrían por toda la aldea, susurros que llegaban desde los más apartados rincones para contarte las historias que jamás podrás apartar de tus pesadillas.


En mi casa también comenzaba a notarse esa escasez, que si antaño ya era grande ahora se estaba volviendo insoportable. Tuve que aguantar incontables miradas de desprecio, de decepción de mi madre; y los gritos y palizas de mi horrible padre. Al principio no los culpaba, la situación se estaba tensando para todos y el nerviosismo tiene muy pocas vías de escape, me decía. Pero llegó el día en el que todo cambió, me encontraba agazapado entre unos arbustos esperando a mi presa cuando una presencia extraña me sorprendió.
Me gire bruscamente desorientado para comprobar de que se trataba, era un hombre alto con el cabello oscuro semejante al ala de un cuervo y una tez blanca digna de una princesa que no había salido jamás de su fortaleza, y esto en aquella época era verdaderamente raro de ver. Al principio me contempló en silencio con sus penetrantes ojos negros, y yo no podía evitar estremecerme de puro terror, no es que fuera un hombre terrorífico, pero su mera presencia hacía vibrar todas las fibras de mi cuerpo. Por fin se decidió a hablar rompiendo así la barrera que entre ambos se había alzado:
- Buenos días Ian, siento haberte interrumpido en plena labor, pero creeme lo que debo proponerte es mucho más importante que cualquier presa.


Conocía mi nombre... pero eso no fue lo que más me llamó la atención, sino que fue dicha propuesta que a continuación me nombró:

-Tu silencio me otorga pues la oportunidad de explicarme, te lo agradezco. He estado observando la situación de la aldea y no he podido evitar pararme a pensar en las personas que más están padeciendo esto: sus propios habitantes. Y eso me ha llevado directamente a ti Ian y a tu familia. Vengo para brindarte lo que sin duda será la oportunidad de tu vida, la oportunidad de empezar de cero, de vivir una nueva vida, volver a nacer. Mi prospera situación me ha llevado a querer llevarte conmigo, a compadecerme de ti para que así puedas llevar una vida más honrosa.
- ¿Por qué yo y no cualquier otro?
- ¿Tú pregunta quiere decir qué aceptas mi oferta?
- No, simplemente es una pregunta.
- Entonces me temo que no puedo satisfacer tus deseos de saber, al anochecer acudo al gran castillo situado a las afueras de la aldea, te estaremos esperando.
- Oiga yo agradezco su oferta y la buena fe con la que esta está pronunciada, más siento no poder aceptarla, nunca lograría vivir cómodamente a consta de su bienaventurada generosidad.


El hombre desvió la mirada pensativo y por primera vez vi en su rostro una expresión que mostrara su lado humano, era el desconcierto, sin duda no esperaba dicha reacción en mí.


-Muy bien, si es lo que deseas.. aún así esta noche te estaremos esperando, y tu vendrás rogando que retomemos la oferta.


Y con esto el misterioso hombre se despidió con una amplia y no menos sospechosa sonrisa.
Pasé la mitad del día intentando concentrarme en la caza, más no me fue posible, así que por primera vez en mucho tiempo desatendí mis responsabilidades e inicié el retorno a casa. Antes pasé por el mercado para vender lo poco que había conseguido. Nada raro encontré allí, era el mismo ambiente recargado de siempre, en las esquinas mujeres lujuriosas y otras desesperadas empleaban los placeres del sexo para aliviar sus bolsillos, una de estas mujeres se me lanzó a los pies y comenzó a desabrocharme los pantalones, yo la aparte de un puntapie y continué mi camino con desidia, pero de pronto el horror baño mis ojos. Me fijé en una de esas mujeres, que destacaba entre las demás por ser mucho más joven que el resto, tenía los cabellos rubios y mostraba los senos con la mirada perdida mientras un hombre la acariciaba cada vez con intenciones más notables. Fue al contemplar su rostro cuando las piernas me comenzaron a temblar y presó de la desesperación corrí hacia ella y grité:
- ¡LUCY!
Ella me miró con verguenza en su rostro y se hecho a llorar, yo aparté de un empujón al hombre que estaba a punto de poseerla, pero el se negaba a marcharse.
- Apartate muchacho, espera tu turno, yo ya he pagado-me gritó malhumorado.
Al ver el hombre mi ignorancia hacía él comenzó a golpearme, y sin quererlo los dos nos enzarzamos en una pelea. Yo preso de la ira no cesé en mis golpes hasta que al fin malherido como me encontraba dejé de notar el movimiento del individuo debajo de mí, lo había matado.
Fue entonces cuando fui consciente de todo lo que había sucedido, cogí a mi hermana de la mano y corriendo regresamos a casa, al hogar, ante las atónitas miradas de la multitud.


Al regresar a casa Lucy cayó de rodillas al suelo y comenzó a llorar desconsoladamente, mi padre contemplo la escena y con pesar me dijo:
-Ahora tú también lo sabes.
-No puedo creer lo que oigo, ¿tú aprobabas esto? no tienes corazón, quien sea capaz de hacerle algo así a una pobre chica no merece ser llamado hombre.
Y estas palabras son las que sellaron mi destino, lo que siguió después fue una brutal paliza de mi padre y los lamentos y lloros de mi hermana que aún resuenan en mi cabeza.
Recuerdo muy bien, no sin un gran dolor, lo que ocurrió a continuación.
Era de noche y tal y como había predicho aquel extraño hombre, acudí al gran castillo a suplicar que volvieran con su oferta, solo que esta vez yo tenía algunas condiciones más. No puedo dejar que eso continúe, debemos vivir a cualquier precio, no importa nada más. Entre por las pesadas puertas de madera y una mujer me recibió inmediatamente, a pesar de la avanzada noche. En efecto me estaban esperando, la mujer me acogió con su amplia sonrisa y parecía no ser consciente de las cosas que ocurrían dentro de esas paredes de piedra, pero a pesar de todo parecía feliz y ese mero detalle lleno mi estúpido corazón de esperanza, aún podíamos ser felices.


Entre en una sala que parecía ser la principal y en el centro de ella había situadas tres pesadas sillas de cobre y plata. Recuerdo que la primera vez que las vi me pregunté como alguien podría haber levantado tales estructuras de metal, quizá siempre estuvieron allí, quizá el propio castillo se alzó en torno a esas sillas, y no las sillas para el castillo.
En la silla del centro se encontraba el hombre al que había recibido en la caza y a su izquierda y derecha un hombre rubio de aspecto sofisticado y con una expresión cruel en su rostro, y otro con el pelo cobrizo y una mueca solemne. Los tres tenían, a pesar de todo, la misma inexpresividad gélida.
El hombre moreno, que parecía ser el líder, se dirigió hacia mí con una cordial sonrisa, me asombró ver que todas las partes de mi cuerpo me pedían que corriera, que saliera huyendo de ese lugar, que algo horrible me sucedería si no me marchaba inmediatamente, pero lo ignoré aún pensando en un futuro mejor. ¿Por qué debí hacerlo? Que idiota que fui...


Continuará...





Prólogo (II)





- Me llena de alegría saber que has reconsiderado nuestra petición, procede pues que nos presentemos y que respodamos a todas tus incógnitas. Mi nombre es Caín, y a mis costados se encuentran mis hermanos Gabriel (refiriéndose al rubio) y Silvio (refiriéndose al de cabello más rojizo)


Era extraño pero contemplándolos con detenimiento me parecieron hombres muy hermosos, pero no es que lo fueran, ni sus rasgos eran finos ni poseían un cuerpo escultural, simplemente tenían esa belleza de lo sobrenatural.
- He acudido aquí para aceptar vuestra oferta, pero también para negociar sus términos. Inicialmente me ofrecisteis únicamente a mí que aceptara vivir con ustedes, más ahora les pido, les ruego, que dejen que mi hermana Luciana me acompañe.
-Es una propuesta importante pero no nos costará gran sacrificio aceptarla, pero para eso debes hacer tú un sacrificio por nosotros joven, un gran sacrificio.
- Estoy dispuesto a lo que sea por conseguir escapar de esta horrible vida a la que hasta ahora no le veía ninguna salida. Pero antes necesito saber, ¿por qué yo y no cualquier otro?
-Eso es bastante obvio, tú tienes unos dotes y unas capacidades para rastrear y para matar que cualquier otro no tiene.
-¿Y para qué necesitan esas capacidades?

Aquel hombre no parecía dispuesta a contestar a mi pregunta, y dio por concluida la conversación.
-Bien pues, mañana prepara tu equipaje y que tu hermana haga lo mismo. Seremos nosotros los que personalmente acudamos en vuestro encuentro.


Y tras estás palabras salí de allí, sin darme cuenta de que la chica de la entrada ya no estaba allí y de que aquel lugar parecía ahora mucho más terrorífico.
Dormí poco aquella noche y al ver llegar el alba supe que destinaría el día a prepararnos a mí y a mi hermana y a esperar con impaciencia la llegada de aquellos hombres, que me prometían más de lo que yo podía soñar: una nueva vida.
Hasta el crepúsculo no hicieron aparición los tres hombres, llegaron a caballo y nos recibieron fuera de casa, donde ya estábamos esperándoles.
Lo que sucedió a continuación fue muy brusco y tan rápido que me produce vértigo aún al recordarlo.
Nos colocamos frente al hombre pelirrojo y este nos rodeo con sus brazos, no pude evitar estremecerme al darme cuenta de lo frío que era el contacto con su piel. Caín y Gabriel se separaron de nosotros entraron en casa, todo fue tan inevitable que cuando quise darme cuenta de que lo que siempre había sido mi seguro hogar se encontraba ardiendo bajo la luz de las estrellas. Grité:
-¿Qué significa esto?
-Dijiste que estabas dispuesto a pagar cualquier precio Ian.
- Sois unos asesinos vais a martarlos, estáis matando a mis padres.-Dije sin poder contener mis lágrimas.
De entre las llamas salió Gabriel, tras de él se oían los gritos agónicos de mi madre consumiéndose entre las llamas, esos gritos me atormentaron por las noches durante décadas.
Él rió y me dijó:
- ¿Nosotros unos asesinos? jajajajaja. Tú eres el único asesino Ian, si tus padres mueren será por tu única culpa, querías un futuro, una vida para ti y para tu hermana, costase lo que costase, eso nos dijiste, y ahora es muy tarde para echarse atrás. Tú entregaste a tus padres, tú decisión egoista hizo que se dictaran sus destinos y con ello su fin.
- Por favor- imploré- dejad que nos marchemos no quiero ver esto.
En eso momento me dí cuenta de que mi padre se arrastraba por el suelo hacia mí, y que con lágrimas en los ojos me contemplaba horrorizado. Caín surgió tras él, lo pusó en pie y se dirigió a mí.
- No, claro que no puedes marcharte, tu eres su verdugo esta noche, ellos merecen saber, merecen saber que su hijo a comprado una buena vida y que ellos han sido el precio. No muestres la deshonra de abandonar el campo cuando has sido tú quien a pronunciado el grito de guerra. Antes has afirmado que tu padre no tiene corazón, que no lo usa para más que para latir, dime, ¿para qué quiere un hombre un corazón si apenas puede sentir sus latidos?


Y Caín tomó a mi padre por el pecho y con una fuerza sobrenatural que no sabía que existía le arranco el corazón con sus propias manos, y lo tiro al suelo, a mis pies.
El dolor y la culpa fue lo único que sentí después, ¿cuántas veces había pronunciado a mis padres las palabras os odio? ¿Cuántas veces desee su muerte en silencio? Pero ahora, ahora sabía que debes tener cuidado con lo que deseas, porque, sin quererlo se puede hacer realidad. Con que ojos me miraría ahora Dios, yo que había condenado a mis padres a una muerte horrible, que lo último que mis padre había oido de mi fue un: no mereces ser llamado hombre.


Creí que todo había acabado, que ya no podíamos sufrir dolor comparable al que esa noche Lucy y yo habíamos experimentado, pero una vez más me equivocaba.
Al volver al castillo, en medio de aquella gran sala Caín me agarró por la sien y recitó unas palabras que no entendí entonces, noté que algo comenzaba a cambiar en mí, mi vista se nublo y un dolor indescriptible se apoderó de todo mi cuerpo. En la lejanía oía una voz diciendo.
-Enhorabuena Ian, ahora eres de los nuestros, perteneces a la familia.
Pensé con ironía que en el fondo ellos nunca me habían mentido ni había sufrido traición alguna, ya que todo lo prometido y acordado había acontecido como se predijo, y yo, que creía que había salvado a mi hermana de una vida de miseria la encaminé, tras de mí, a un destino mucho peor.
Mi último pensamiento como humano fue hacia mis padres, cuyas vidas habían sido sacrificadas para que yo pueda entregar mi alma al diablo a cambio de un futuro que ya no valía nada."


He aprendido a aceptar mi existencia, en lo que mi hermana y yo nos convertimos aquella noche, se nos ha llamado por muchos nombres a lo largo de la historia pero el más utilizado sin duda es hijos de Hugin, que hace referencia a una de los cuervos del Dios nórdico Odin, significa pensamiento o recuerdo, ya descubriréis por qué.


Pero ya no me parezco en nada a lo que fui antaño, durante esa etapa eterna de oscuridad; no, ahora soy algo mucho peor.



Capítulo 1. Bienvenido a los reinos olvidados

“Dicen que en los reinos olvidados pierdes el corazón…”

Cuando mi turbada mente emergió de ese horrible letargo me di cuenta de que nada cuanto conocía era cierto. El mundo que me había visto crecer no era más que una farsa, una comedia interpretada por los mejores actores, pues ellos mismos estaban convencidos de que su papel formaba parte de su esencia, cuando no podían estar más equivocados.
Ahora me encontraba tras el telón, y la función vista desde fuera resultaba aún más absurda y cómica de lo que asemejaba en el escenario.
Adivino os preguntáis qué acontecimientos me hicieron cambiar mi parecer para estar convencido de que el mundo ya no era el mismo; o mejor dicho, el mundo permanecía impertérrito, eran mis ojos los que habían cambiado.

Reyes, duques, emperadores, todos creían tener el poder de gobernar nuestras míseras vidas, oh infelices, no imaginan que no son más que títeres en manos de entes muy por encima de sus infames ánimas. Nosotros, los hijos de Hugin, tan solo éramos una pieza de ese puzle cósmico, un pequeño fragmento, pero al igual que en los rompecabezas más grandes, a veces, una pieza basta para que todo falle, y sí, nosotros éramos una pieza muy especial, que aún diminuta comparada con el extenso puzle, nuestros actos podrían desatar el caos más temido, el mayor de los males, la maldición más temida por el hombre: el olvido.


Eso era lo que nos diferenciaba del resto de humanos, incluso del resto de seres que habitan este inmundo planeta; poseemos el poder de arrebatar con solo desearlo aquello que atesoras en tu cabeza con afán, lo que fuera tu más preciado tesoro: tus recuerdos. Una canción infantil, tu primer beso, incluso el paso de la persona más especial para ti por tu vida, o aún peor, tu propia existencia; todo ello puede ser borrado de tu mente. Devoramos esos recuerdos, como la sanguijuela se adhiere a tu piel para extraerte la sangre, esta es el elixir de la vida según algunos… ¡Valientes ignorantes! No saben lo que es sentirse vacío, solo, desamparado, observar impotente como tu paso por el mundo jamás dejó huella, tan solo porque nadie te recuerda, ni tú mismo sabes quién eres. Te aseguro amigo que en ese instante, la sangre es un bien que no vale nada. Y es que el mayor temor del hombre es ser olvidado, todo lo que hacemos, todo por lo que vivimos está destinado a esta vana causa; deseamos ser como Mozart y pasar a la historia con una bella melodía, o como Shakespeare y dejar un legado de hermosos escritos, que al pasar los siglos alguien, aunque solo sea una persona, cada vez que contemple nuestro regalo para el mundo recuerde cuanto menos nuestro nombre.

Es asombroso como se puede borrar nuestra existencia, nuestro paso por la Tierra con la fuerza de un suspiro, asombroso, sí, pero sobretodo es aterrador. No queremos morir, deseamos ser inmortales, ya sea en vida, a través del ánima creando múltiples y a en ocasiones descabelladas religiones, o con nuestros actos.

Esta es la causa que provocó la creciente angustia que florecía desde mi esófago; al principio solo sentía pena, pena por mí y por mi hermana, pena por mis desgraciados progenitores, pena por todos los habitantes del mundo, que parecían no ser capaces de despertar de la ensoñación a la que estaban sometidos.
Enseguida la pena se transformó en odio, lo focalicé en mis captores, en aquellos ruines truhanes que me habían arrebatado la vida, y de pronto descubrí lo farsante que había sido conmigo mismo. Yo fui quien deseaba cambiar a toda costa, yo fui quien deseo la muerte de mi padre, yo fui quien acudió a las puertas del mismísimo infierno pidiendo ayuda, yo y solo yo, nadie más.
Tras esta idea comencé a odiarme a mí mismo, a mi estupidez, a mi ignorancia y a mis impulsos irracionales, pasaba los días repugnado, mirando mi reflejo en alguna laguna preguntándome: ¿Cómo pude ser tan estúpido? ¿Cómo pude caer en la trampa? Yo que era el cazador me había transformado en la presa. Así que decidí no volver a cometer el mismo error, mis deseos no importaban, mis problemas no importaban, mi vida había dejado de existir hace mucho, no me quedaba nada.




En la nada me hallaba, y ya en la nada decidí encomendarme al único que no me había fallado jamás, cerré mis ojos y recité mis oraciones. Mas esas oraciones jamás fueron pronunciadas por mis labios, mencionar siquiera a Dios me provocaba nauseas; mi mente se bloqueaba en esa idea, no era capaz de concebirla. Y eso fue lo peor, caí en la más profunda y negra oscuridad, yo que estaba muerto sentí frío en plena tarde de agosto, mas no era un frío corriente, era el frío de la soledad. Dios me había abandonado, me había dado la espalda, estaba completamente solo.

Desamparado como me encontraba decidí tomar la última decisión egoísta de mi vida, acabar con mi existencia dejando atrás a mi hermana, lo único que me quedaba. Pero no me pareció tan horrible la idea entonces, continuar en este mundo me parecía una experiencia miserable. Así que me encaminé al puente más próximo y me dispuse a saltar al lago seco, pero fue en el vacío cuando la sombra de la duda me invadió, y fue en el suelo cuando la certeza de la verdad me golpeó como el más terrible de los mazos dando vida a la peor de las respuestas.


Era inmortal.

Capítulo 2: Lion, el ciego que aprendió a volar

Me recuperé del golpe...No, para poder haberme recuperado debería haberme golpeado, pero lo cierto es que caí con tal suavidad en el suelo, que una pluma de pavo real me habría envidiado; o al menos eso sentí.
Pero el mazazo que sentí en mi interior fue mucho peor que si de veras me hubiera golpeado, estaba atrapado en ese infame mundo, obligado a ser alguien quien en realidad no era y a convivir conmigo mismo durante la eternidad.
Cualquier avaro habría soñado con estar en mi posición, sin ataduras, ni terrenales ni tan siquiera vitales,¡pobres miserables! Si existía algo peor que la muerte eso era no poder morir. Era el mejor de los regalos que tenían los vivos; poder descansar y encomendar su alma a Dios. Para mi alma no había salvación ya, y para mi sufrimiento jamás existiría descanso, sin duda, el sufrimiento que aquel día padecí no he vuelto a experimentarlo jamás.
Y de nuevo en la desesperación ya encontré, la única salida disponible. La última puerta abierta cuando las demás ya habían sido demolidas brutalmente.
Aquellos horribles hombres tenían un plan para mí, debía saber cual era, y si me merecía la pena cumplirlo. Complacer a esos hombres era lo último que deseaba, mas era consciente de que dentro de muchos años cuando todo lo perecedero de este lugar caduque, como las hojas al llegar el otoño, seríamos solo nosotros los que quedaríamos sobre la faz de esta, ya lúgubre para mí, tierra.

Caminé hacia el castillo de nuevo, y toqué una vez más a las puertas del infierno, pero esta vez estaba prevenido, no volvería a errar de nuevo.

-Has vuelto- musitó la mujer de la puerta sin un ápice de humanidad en su rostro, debía ser como el resto.

Me encogí de hombros y me dispuse a solicitar una entrevista con aquellos que habían cambiado mi vida.
Pero antes de darme tiempo a retomar la conversación la bella mujer me señaló una puerta, como si se hubiera colado en lo más recóndito de mi mente y hubiera sabido lo que deseaba sin antes yo pedirlo. Eso me asustó, pues no sabía hasta que punto mis pensamientos estaban expuestos.
Me planté de pie ante las pesadas puertas de madera caoba, y golpee quedamente a la puerta; en ese instante supe que debía entrar.
Pero fui consciente de que un hombre no era capaz de abrir esas puertas del tamaño del propio árbol del cual estaban extraídas, pese a ese coloque mis manos sobre la puerta y con un leve empujón estas se abrieron de par en par. No había adquirido una fuerza sobrehumana de eso era consciente, puesto que por muy fuerte que fueras con el roce de una mano no se puede mover semejante peso...no, debía de ser algo más.

-Ian, te estábamos esperando necio, como te has atrevido a tratar de quitarte la vida, el regalo que nosotros te entregamos en nuestra confianza despreciado y malgastado por un muchacho estúpido.-dijo Gabriel con los ojos inyectados en sangre preso de la ira, parecía ser el único que se dejaba llevar por sus pasiones internas.-Suerte que tu hermana difiere tanto de ti.
Mi hermana... ¡LUCY! Oh Cielos, la había olvidado de nuevo.

 Caín en cambio, se dirigió a mí de una manera mucho más cordial, aunque se trataba de una falsa cordialidad desde luego.

-Obraste mal muchacho, te precipitaste es cierto.-hizo una pausa pensativo, para esos seres el tiempo no fluía del mismo modo, parecían ajenos a él. No, no lo parecían, lo eran, eran inmortales al igual que yo.- Mas acércate, te lo ruego.
Cuando me acerqué de nuevo al salón de los tronos, vi una sombra que no recordaba estuviera allí, una sombra rubia y con rostro, que desde luego, no era de modo alguno ninguna sombra.
-¡Hermano!-grito ella, al tiempo que se abalanzaba sobre mi y rodábamos por el frío suelo de mármol rojo. De nuevo, el golpe, pese a que estuve esperándolo, no llegó nunca. Tras incorporarnos ella me miró y me hablo con su tono afable- No estés triste hermanito, papá y mamá no sufren ya, ellos no estuvieron a la altura de unos planes mucho superiores, por fortuna, nosotros si lo estamos.

Súbitamente, me separé de ella, ¿cómo era posible que aquellas palabras salieran de sus labios en un tono tan desenfadado, cuando en realidad debía de ser triste y lleno de pesar? ¿Qué planes tendrían aquellos hombres para nosotros, serían lo suficientemente relevantes como para que pudiera perdonar la muerte de las personas que me trajeron al mundo?
Caín se acercó a mí, sin pronunciar palabra alguna, y me indicó que le siguiera, no con la mirada ni con un gesto, simplemente supe que debía ir tras sus pasos. Andamos sin cesar hasta llegar a un sucio callejón de mi aldea, lo conocía muy bien. Allí sentado había un hombre, mas no pude adivinar esta vez cuál era su papel en todo ello.
-Ahora comprenderás, Ian, el poder que posees, que poseemos.

Caín se acercó al desdichado hombre, que se encontraba cantando una melancólica canción...

..."Lion era un ciego con guantes de latón
     un día iba paseando entonando una canción,
     llegado a una montaña mil veces tropezó,
     pero Lion era fuerte y mil y una veces se levantó..."

El hombre no pudo terminar nunca su canción, se quedo mudo y se puso a mirar el horizonte.
-Que extraño, no consigo recordar la letra...

Caín se sonrío y me lanzó una mirada cómplice, y el hombre lanzó un grito ahogado y lloró amargamente. Poco duró su llanto, miró al frente y no se movió mas que para acunar su cabeza entre su regazo y sollozar asemejándose a un infante.
No es justo, ese hombre era feliz, no tenía nada, al igual que yo, tan solo estaba a salvo en su mente, en sus propios pensamientos, en aquellos bien atesorados recuerdos de una vida ya pasada. Pero eso ya no era del todo cierto. Miré a Caín recriminatoriamente, y al cruzar nuestros iris en una sola mirada una avalancha extraña se apoderó de mi mente, una oleada de imágenes me invadieron, un nacimiento al que yo jamás asistí, una infancia que nunca viví, la vida de un hombre que no era yo, la vida de aquel pobre y miserable mendigo.
Entonces una lágrima rodó sobre mi mejilla y entoné...

..."Lion era un ciego y un mal día tropezó...

El hombre miró ilusionado hacia mí.
-Sí, esa es, así continuaba la canción-musitó.-Por favor, dime como sigue la letr...

No pudo terminar esa frase jamás, ya que su mirada que ya se encontraba perdida en el horizonte, había dejado de ver, su corazón no emitió un solo latido más, había muerto.
Entonces llorando desconsoladamente canté...

..."con tanta mala suerte que un barranco encontró
     el pobre la caída no pudo soportar
     y alzando humilde el vuelo... a... la... muerte... fue a abrazar"


Capítulo 3: La decisión del Diablo


Caí de rodillas al suelo completamente derrotado, ¿era posible aquello?...pero… ¿cómo?
“Oh Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este terrible hecho, necesito tu apoyo, necesito a alguien, no puedo soportar esta completa soledad que me invade.” Estas palabras pronuncié en mi mente mientras iniciaba el retorno al castillo junto con Caín; el viaje fue lento y silencioso, el no asemejaba dispuesto a hablarme, y yo por mi parte me encontraba hablando con Dios. Más que hablar establecía un monólogo conmigo mismo, nadie me respondió jamás.
-No malgastes tus fuerzas hijo- se dirigió a mí Caín de nuevo adivinando lo que pensaba, si es que en realidad lo adivinaba… empezaba a sospechar que podía leer en mí como un libro abierto.- Dios no te escucha, nunca lo hará más, te dio la espalda en el preciso instante en el que te alejaste de su lado y tocaste a la puerta del infierno, para servir al reino de las tinieblas.
No era posible, no me resigné entonces a esa idea… Pero… ¿era cierto? ¿Defraudé a Dios? Y la respuesta vino de lo más profundo de mi ser, desde donde un sentimiento mucho más visceral de lo que jamás había sentido me invadió.
-¡No! No digas esas cosas…no te atrevas.-Más que una amenaza mi voz entonces sonó como una súplica.-Dios no puede haberme abandonado, no importa lo que haya sucedido, el es bueno y nos ama a todos por igual.-Mis ojos se llenaron de lágrimas ante la simple idea de que aquello a lo que me aferraba con tanto ímpetu no fuera cierto.
No me malinterpretéis, nunca fui un fanático religioso, pero hay momentos en la vida de las personas en los que necesitas saber que alguien, aunque fuera uno solo, no me juzgaba por todo lo ocurrido en la última semana, que me apoyaba mientras el resto del mundo me había ignorado. Y ese era uno de esos momentos para mí.
-¿De veras crees, muchacho, que existe un Dios misericorde, todo amor a quien le importas? Mira a tu alrededor, abre los ojos, piensa en ese hombre, ¿vino tu Dios a evitar aquello? No, no lo hizo, y te diré por qué: Porque no te ama, ni ti, ni a ese hombre, ni a nadie. Porque si es un ente perfecto como todos veneráis, entonces el amor no tiene cabida en su existencia; de hecho, el amor que los hombres experimentan no es más que el fruto del profundo odio que siente Dios por los seres humanos. Su desprecio hacía vosotros le ha llevado a haceros experimentar el más mísero de los sentimientos, el que es capaz de lograr que un gran hombre repleto de valor, se convierta en un amasijo inútil de miedos e inseguridades. El amor destruye, te mata por dentro, el amor es la peor enfermedad que el hombre sufrirá jamás.
Aquellas palabras se precipitaron sobre mí como una avalancha. Pero la oleada de sus hirientes palabras no cesó ahí…
-Dime chico, ya que veo que no te convencen mis palabras, ¿por qué permite todo esto? ¿Soy yo el fruto de la creación de Dios? ¿Lo eres tú?- jamás di una respuesta a aquellas preguntas, ya que eso era algo que no se esperaba de mí, así que Caín prosiguió con su discurso apocalíptico.- Sin embargo, hay algo en lo que tienes razón, Dios jamás deseó el sufrimiento que nosotros causamos, porque nosotros no pertenecemos a la creación de Dios. Estamos fuera Ían. Nuestro Padre es otro. Alguien que se rebeló contra el sistema establecido, que jamás se resignó a ser lo que esperaban que fuera. Cuya única culpa fue, tratar de perfeccionarse a sí mismo, ¿qué clase de pecado es ese? ¿No es acaso lo que todos tratamos de hacer, nuestra misión? Luchó contra el dictador celestial, pero fue derrotado, o eso es lo que todo el mundo pienso, incluso tu propio Dios- puso especial acritud al pronunciar esta palabra.- en su tremenda vanidad, quiso creer que había derrotado al más hermoso de los ángeles jamás creados; al único que se atrevió a desafiar a un líder impuesto. No obstante, jamás sucedió tal cosa, el portador de luz desterrado a la Tierra contemplo con tristeza la tremenda injusticia terrenal que se estaba realizando con sus habitantes, y se sintió solo. Hasta que surgimos nosotros, seres muy diferentes a los hombres, con una capacidad sensorial muy extraña, capaces de sembrar el pánico o traer la paz.
-Y decidisteis sembrar el pánico, por supuesto.- dije interrumpiendo el relato de Caín.-¿Por qué?
-Porque nosotros también fuimos capaces de percibir la crueldad de este mundo, el engaño, y mucho peor todavía, descubrimos la verdad. La verdad de un mundo ciego. Nuestra especie fue masacrada durante siglos, no éramos lo suficientemente fuertes como para escapar de las garras de la sumisa sociedad, que se había generalizado por todas partes. Hasta que él nos encontró, y estableció un nuevo orden. Nunca más tendríamos que estar solos. Con un soplo de su aliento, fortificó nuestro poder, y nos dio la capacidad de elección, salvar o aniquilar, vida o muerte.
-No era una verdadera libertad, Él sabría en cualquier caso que es lo que haríais, sabía que arremeteríais contra el mundo.
-Sí, Ían, Él ya lo sabía, y nosotros también. Pero al fin y al cabo, era lo justo.
La conversación terminó con esta lúgubre frase. Pero mi mente no había dejado de funcionar.
Puede que porque yo en el fondo de mi ser también lo creía así; porque pensaba que el mundo era una gran mentira, y Caín había arrojado algo de luz sobre la permanente oscuridad. No sé si existe un Dios o un Diablo, si es bueno, o es malo, solo sabía una cosa con certeza, Él no iba a acudir en nuestra ayuda: estamos solos.
No podía creer aquello… mi destrozada mente no podía aceptar la idea de que aquel hombre acababa de desaparecer. De que alguien pudiera albergar tanto poder.

Su mirada fría, su rostro invadido por una mueca de horror jamás se borró de mis pensamientos… quizás porque fue la primera víctima que contemple, quizás porque fue la última antes de renegar a mi naturaleza humana.



Capítulo 4: Compañero de penas y desgracias...

Me encontraba en las habitaciones que para mí habían dispuesto, todavía pensativo ante todo lo ocurrido hace unas pocas horas.
Ese día tomé la decisión más dura y dolorosa de todas las que me había atrevido a imaginar. Volvería a tratar de contactar con Dios, si no recibía ninguna respuesta… Sacudí la cabeza tratando de alejar esa idea de mi cabeza, pero tenía tanta fuerza y era tan perturbadora que no me fue posible. Así que, con un ímpetu que jamás había empleado, recé mis oraciones, primero recé por las almas de mis padres, aquello pareció ser bien recibido pero, cuando me dispuse a pedir por mi hermana y por mí mismo, de nuevo silencio. Nada.




Caí al suelo rendido con lágrimas en los ojos, pero a la vez rabia. Rabia por esa constante ignorancia, y rabia por el gesto que me veía forzado a hacer. Mas no quedaba otra salida, mi existencia requería de alguien en quien confiar, alguien que sepa decirme por qué. ¿Por qué mi aldea? ¿Por qué mi familia? ¿Por qué ahora? Y lo más importante, ¿por qué yo?

Mi cabeza no era capaz de asimilar que aquello estuviera pasando. No a mí. No así.
Caín decía que tenemos un gran poder, y llegó el momento de ponerlo a prueba. Cerré los ojos y dije:

-Sé muy bien que existes, que estás en algún lugar, que para que en este mundo exista el mal, hay que pronunciar tu nombre.

En ese preciso instante sentí un escalofrío recorriéndome de lado a lado. Pero nada más, ninguna señal, no era suficiente, y no podía contentarme con la suficiencia tan siquiera, mi corazón ya no palpitaba, y anhelaba saber. Así que proseguí.

-Soy consciente de que me escuchas, conozco lo que cuentan de ti las leyendas y cuentos, mas siento que no conozco verdaderamente tu historia- Mentí, no necesitaba saber, pero Él jugaba con tretas y trampas, y ya trataba de llegar hasta su presencia jugando al mismo juego, corriendo el riesgo.- Si es cierto que soy fruto de tu aura, si es cierto lo que cuentan las historias, dime, alza la voz, mi alma necesita oírte para vivir en paz.

-Vivir…

La respuesta llego a mis oídos, o mejor dicho a mi mente, gélida como el hielo en enero. Cerré los ojos, con un gesto de victoria en mi rostro, pero a la vez uno de pánico y miedo. Lo había logrado, hablar con Él, era todo lo que deseaba..¿o no? Pese a todo, no tenía nada que perder, solo poseía una vida que no me merecía la pena, una familia rota, un alma condenada y, ahora también, el rostro empapado de lágrimas.

-¿Dime joven? ¿Qué hay de realidad en las leyendas?-prosiguió.-¿Crees todo lo que dicen?

¿Por qué debía contestarle? Si bien estaba anteriormente convencido de que no tenía nada que perder, conforme la conversación avanzaba la sombra de la duda me iba inundando poco a poco. ¿Por qué temer? Él fue el único que me recibió cuando todos me rechazaron, incluso cuando Dios me dio cruelmente la espalda Él no me falló y acudió a mi primera llamada. Y lo que pensé cuando las palabras de Caín resonaron de nuevo en mi memoria sobrepasó lo agónico y horrendo: ¿Acaso se podía esperar algo más de un Padre?


-Se rumorea que todas las historias tienen parte de verdad. Pero habría que ser idiota para creer todo lo que dice cada una de las historias.-Me limité a responder con premeditada precaución.

-Muy sabias palabras, y sin embargo, afirmas que para que el mal inunde el mundo mi nombre debe estar detrás.- Aquello acalló mis ruidosos pensamientos . ¿Se estaba excusando por algo?- Mas también rogaste conocer mi historia, y te aseguro que mis labios no ocultaran la verdad; no seré profeta que desea convencer y alistar adeptos para sentirme poderoso, no seré cruel bastardo que con sus mentiras busquen confundirte para que me guardes ciega fidelidad. –No cabía en mí del asombro, sinceridad, sí, eso era todo lo que necesitaba, que por primera vez alguien me brindara la verdad, y nada más que la verdad, con sus palabras.- Tan solo te hablaré como confesor, no como amigo ya que la verdad es que no me importa lo más mínimo.



Solo como compañero de penas y desgracias…

2 comentarios:

  1. MARTA... la canción? Parece que estés invocando al demonio..
    ajá la pequeña Lucy....lucy lucia luci lucifer....... mmmmm extraño

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  2. Muy buena la historia, aprovecho para invitarte a pasar por la mía ;)

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