viernes, 26 de julio de 2013

Prólogo (I)

Mis orígenes... tanto tiempo pasó desde que acontecieron los sucesos que aquí os voy a contar que me cuesta un arduo trabajo recordarlo todo y aún así solo conservo vagamente una pequeña parte.
Veamos: todo sucedió hace unos cientos o miles de años, en una pequeña aldea situada... los detalles son relevantes el caso es que sucedió.

"Yo era un joven campesino, nada importante, que no destacaba demasiado. Mi familia de cuatro miembros apenas ganaba lo suficiente como para subsistir, así que mi hermana Lucy y yo nos vimos obligados a obtener dinero por nuestra cuenta. A partir de entonces mi vida fue orientada hacia la caza, fui adiestrado para ello, pocas piezas se me escapaban y algunas eran de gran valor. Mi hermana por su parte no podía más que sentarse en las calles y mendigar lo que las pocas personas con buen corazón que todavía quedaban decidían darle, que en su gran esfuerzo no era poco pero jamás era suficiente. Ella fue la que primero se dio cuenta de la verdadera situación de la aldea. Las familias más pudientes vendían la imagen de un pueblo próspero y tranquilo ideal para vivir, pero nada estaba más lejos de la realidad que eso. 
La desesperación se sentía en las calles, la delincuencia no hacía más que aumentar, y lo que siempre había sido un lugar llena de armonía dio paso a la tragedia. Los ricos dejaban de serlo y los pobres lo eran aún más. Todo ello se sumaba a los oscuros rumores que ya corrían por toda la aldea, susurros que llegaban desde los más apartados rincones para contarte las historias que jamás podrás apartar de tus pesadillas.

En mi casa también comenzaba a notarse esa escasez, que si antaño ya era grande ahora se estaba volviendo insoportable. Tuve que aguantar incontables miradas de desprecio, de decepción de mi madre; y los gritos y palizas de mi horrible padre. Al principio no los culpaba, la situación se estaba tensando para todos y el nerviosismo tiene muy pocas vías de escape, me decía. Pero llegó el día en el que todo cambió, me encontraba agazapado entre unos arbustos esperando a mi presa cuando una presencia extraña me sorprendió. 
Me gire bruscamente desorientado para comprobar de que se trataba, era un hombre alto con el cabello oscuro semejante al ala de un cuervo y una tez blanca digna de una princesa que no había salido jamás de su fortaleza, y esto en aquella época era verdaderamente raro de ver. Al principio me contempló en silencio con sus penetrantes ojos negros, y yo no podía evitar estremecerme de puro terror, no es que fuera un hombre terrorífico, pero su mera presencia hacía vibrar todas las fibras de mi cuerpo. Por fin se decidió a hablar rompiendo así la barrera que entre ambos se había alzado:
- Buenos días Ian, siento haberte interrumpido en plena labor, pero creeme lo que debo proponerte es      mucho más importante que cualquier presa.

Conocía mi nombre... pero eso no fue lo que más me llamó la atención, sino que fue dicha propuesta que a continuación me nombró:
-Tu silencio me otorga pues la oportunidad de explicarme, te lo agradezco. He estado observando la situación de la aldea y no he podido evitar pararme a pensar en las personas que más están padeciendo esto: sus propios habitantes. Y eso me ha llevado directamente a ti Ian y a tu familia. Vengo para brindarte lo que sin duda será la oportunidad de tu vida, la oportunidad de empezar de cero, de vivir una nueva vida, volver a nacer. Mi prospera situación me ha llevado a querer llevarte conmigo, a compadecerme de ti para que así puedas llevar una vida más honrosa.
- ¿Por qué yo y no cualquier otro?
- ¿Tú pregunta quiere decir qué aceptas mi oferta?
- No, simplemente es una pregunta.
- Entonces me temo que no puedo satisfacer tus deseos de saber, al anochecer acudo al gran castillo situado a las afueras de la aldea, te estaremos esperando.
- Oiga yo agradezco su oferta y la buena fe con la que esta está pronunciada, más siento no poder aceptarla, nunca lograría vivir cómodamente a consta de su bienaventurada generosidad. 

El hombre desvió la mirada pensativo y por primera vez vi en su rostro una expresión que mostrara su lado humano, era el desconcierto, sin duda no esperaba dicha reacción en mí.

-Muy bien, si es lo que deseas.. aún así esta noche te estaremos esperando, y tu vendrás rogando que retomemos la oferta.

Y con esto el misterioso hombre se despidió con una amplia y no menos sospechosa sonrisa.
Pasé la mitad del día intentando concentrarme en la caza, más no me fue posible, así que por primera vez en mucho tiempo desatendí mis responsabilidades e inicié el retorno a casa. Antes pasé por el mercado para vender lo poco que había conseguido. Nada raro encontré allí, era el mismo ambiente recargado de siempre, en las esquinas mujeres lujuriosas y otras desesperadas empleaban los placeres del sexo para aliviar sus bolsillos, una de estas mujeres se me lanzó a los pies y comenzó a desabrocharme los pantalones, yo la aparte de un puntapie y continué mi camino con desidia, pero de pronto el horror baño mis ojos. Me fijé en una de esas mujeres, que destacaba entre las demás por ser mucho más joven que el resto, tenía los cabellos rubios y mostraba los senos con la mirada perdida mientras un hombre la acariciaba cada vez con intenciones más notables. Fue al contemplar su rostro cuando las piernas me comenzaron a temblar y presó de la desesperación corrí hacia ella y grité: 
- ¡LUCY!
Ella me miró con verguenza en su rostro y se hecho a llorar, yo aparté de un empujón al hombre que estaba a punto de poseerla, pero el se negaba a marcharse.
- Apartate muchacho, espera tu turno, yo ya he pagado-me gritó malhumorado.
Al ver el hombre mi ignorancia hacía él comenzó a golpearme, y sin quererlo los dos nos enzarzamos en una pelea. Yo preso de la ira no cesé en mis golpes hasta que al fin malherido como me encontraba dejé de notar el movimiento del individuo debajo de mí, lo había matado.
Fue entonces cuando fui consciente de todo lo que había sucedido, cogí a mi hermana de la mano y corriendo regresamos a casa, al hogar, ante las atónitas miradas de la multitud.

Al regresar a casa Lucy cayó de rodillas al suelo y comenzó a llorar desconsoladamente, mi padre contemplo la escena y con pesar me dijo:
-Ahora tú también lo sabes.
-No puedo creer lo que oigo, ¿tú aprobabas esto? no tienes corazón, quien sea capaz de hacerle algo así a una pobre chica no merece ser llamado hombre.
Y estas palabras son las que sellaron mi destino, lo que siguió después fue una brutal paliza de mi padre y los lamentos y lloros de mi hermana que aún resuenan en mi cabeza. 
Recuerdo muy bien, no sin un gran dolor, lo que ocurrió a continuación.
Era de noche y tal y como había predicho aquel extraño hombre, acudí al gran castillo a suplicar que volvieran con su oferta, solo que esta vez yo tenía algunas condiciones más. No puedo dejar que eso continúe, debemos vivir a cualquier precio, no importa nada más. Entre por las pesadas puertas de madera y una mujer me recibió inmediatamente, a pesar de la avanzada noche. En efecto me estaban esperando, la mujer me acogió con su amplia sonrisa y parecía no ser consciente de las cosas que ocurrían dentro de esas paredes de piedra, pero a pesar de todo parecía feliz y ese mero detalle lleno mi estúpido corazón de esperanza, aún podíamos ser felices.

Entre en una sala que parecía ser la principal y en el centro de ella había situadas tres pesadas sillas de cobre y plata. Recuerdo que la primera vez que las vi me pregunté como alguien podría haber levantado tales estructuras de metal, quizá siempre estuvieron allí, quizá el propio castillo se alzó en torno a esas sillas, y no las sillas para el castillo.
En la silla del centro se encontraba el hombre al que había recibido en la caza y a su izquierda y derecha un hombre rubio de aspecto sofisticado y con una expresión cruel en su rostro, y otro con el pelo cobrizo y una mueca solemne. Los tres tenían, a pesar de todo, la misma inexpresividad gélida. 
El hombre moreno, que parecía ser el líder, se dirigió hacia mí con una cordial sonrisa, me asombró ver que todas las partes de mi cuerpo me pedían que corriera, que saliera huyendo de ese lugar, que algo horrible me sucedería si no me marchaba inmediatamente, pero lo ignoré aún pensando en un futuro mejor. ¿Por qué debí hacerlo? Que idiota que fui...

Continuará... 


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