viernes, 11 de abril de 2014

Capítulo 4: Compañero de penas y desgracias...

Me encontraba en las habitaciones que para mí habían dispuesto, todavía pensativo ante todo lo ocurrido hace unas pocas horas.
Ese día tomé la decisión más dura y dolorosa de todas las que me había atrevido a imaginar. Volvería a tratar de contactar con Dios, si no recibía ninguna respuesta… Sacudí la cabeza tratando de alejar esa idea de mi cabeza, pero tenía tanta fuerza y era tan perturbadora que no me fue posible. Así que, con un ímpetu que jamás había empleado, recé mis oraciones, primero recé por las almas de mis padres, aquello pareció ser bien recibido pero, cuando me dispuse a pedir por mi hermana y por mí mismo, de nuevo silencio. Nada.


Caí al suelo rendido con lágrimas en los ojos, pero a la vez rabia. Rabia por esa constante ignorancia, y rabia por el gesto que me veía forzado a hacer. Mas no quedaba otra salida, mi existencia requería de alguien en quien confiar, alguien que sepa decirme por qué. ¿Por qué mi aldea? ¿Por qué mi familia? ¿Por qué ahora? Y lo más importante, ¿por qué yo?

Mi cabeza no era capaz de asimilar que aquello estuviera pasando. No a mí. No así.
Caín decía que tenemos un gran poder, y llegó el momento de ponerlo a prueba. Cerré los ojos y dije:

-Sé muy bien que existes, que estás en algún lugar, que para que en este mundo exista el mal, hay que pronunciar tu nombre.

En ese preciso instante sentí un escalofrío recorriéndome de lado a lado. Pero nada más, ninguna señal, no era suficiente, y no podía contentarme con la suficiencia tan siquiera, mi corazón ya no palpitaba, y anhelaba saber. Así que proseguí.

-Soy consciente de que me escuchas, conozco lo que cuentan de ti las leyendas y cuentos, mas siento que no conozco verdaderamente tu historia- Mentí, no necesitaba saber, pero Él jugaba con tretas y trampas, y ya trataba de llegar hasta su presencia jugando al mismo juego, corriendo el riesgo.- Si es cierto que soy fruto de tu aura, si es cierto lo que cuentan las historias, dime, alza la voz, mi alma necesita oírte para vivir en paz.

-Vivir…

La respuesta llego a mis oídos, o mejor dicho a mi mente, gélida como el hielo en enero. Cerré los ojos, con un gesto de victoria en mi rostro, pero a la vez uno de pánico y miedo. Lo había logrado, hablar con Él, era todo lo que deseaba..¿o no? Pese a todo, no tenía nada que perder, solo poseía una vida que no me merecía la pena, una familia rota, un alma condenada y, ahora también, el rostro empapado de lágrimas.

-¿Dime joven? ¿Qué hay de realidad en las leyendas?-prosiguió.-¿Crees todo lo que dicen?

¿Por qué debía contestarle? Si bien estaba anteriormente convencido de que no tenía nada que perder, conforme la conversación avanzaba la sombra de la duda me iba inundando poco a poco. ¿Por qué temer? Él fue el único que me recibió cuando todos me rechazaron, incluso cuando Dios me dio cruelmente la espalda Él no me falló y acudió a mi primera llamada. Y lo que pensé cuando las palabras de Caín resonaron de nuevo en mi memoria sobrepasó lo agónico y horrendo: ¿Acaso se podía esperar algo más de un Padre?

-Se rumorea que todas las historias tienen parte de verdad. Pero habría que ser idiota para creer todo lo que dice cada una de las historias.-Me limité a responder con premeditada precaución.

-Muy sabias palabras, y sin embargo, afirmas que para que el mal inunde el mundo mi nombre debe estar detrás.- Aquello acalló mis ruidosos pensamientos . ¿Se estaba excusando por algo?- Mas también rogaste conocer mi historia, y te aseguro que mis labios no ocultaran la verdad; no seré profeta que desea convencer y alistar adeptos para sentirme poderoso, no seré cruel bastardo que con sus mentiras busquen confundirte para que me guardes ciega fidelidad. –No cabía en mí del asombro, sinceridad, sí, eso era todo lo que necesitaba, que por primera vez alguien me brindara la verdad, y nada más que la verdad, con sus palabras.- Tan solo te hablaré como confesor, no como amigo ya que la verdad es que no me importa lo más mínimo.


Solo como compañero de penas y desgracias…

sábado, 5 de abril de 2014

Capítulo 3: la decisión del Diablo.

Caí de rodillas al suelo completamente derrotado, ¿era posible aquello?...pero… ¿cómo?
“Oh Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este terrible hecho, necesito tu apoyo, necesito a alguien, no puedo soportar esta completa soledad que me invade.” Estas palabras pronuncié en mi mente mientras iniciaba el retorno al castillo junto con Caín; el viaje fue lento y silencioso, el no asemejaba dispuesto a hablarme, y yo por mi parte me encontraba hablando con Dios. Más que hablar establecía un monólogo conmigo mismo, nadie me respondió jamás.
-No malgastes tus fuerzas hijo- se dirigió a mí Caín de nuevo adivinando lo que pensaba, si es que en realidad lo adivinaba… empezaba a sospechar que podía leer en mí como un libro abierto.- Dios no te escucha, nunca lo hará más, te dio la espalda en el preciso instante en el que te alejaste de su lado y tocaste a la puerta del infierno, para servir al reino de las tinieblas.
No era posible, no me resigné entonces a esa idea… Pero… ¿era cierto? ¿Defraudé a Dios? Y la respuesta vino de lo más profundo de mi ser, desde donde un sentimiento mucho más visceral de lo que jamás había sentido me invadió.
-¡No! No digas esas cosas…no te atrevas.-Más que una amenaza mi voz entonces sonó como una súplica.-Dios no puede haberme abandonado, no importa lo que haya sucedido, el es bueno y nos ama a todos por igual.-Mis ojos se llenaron de lágrimas ante la simple idea de que aquello a lo que me aferraba con tanto ímpetu no fuera cierto.
No me malinterpretéis, nunca fui un fanático religioso, pero hay momentos en la vida de las personas en los que necesitas saber que alguien, aunque fuera uno solo, no me juzgaba por todo lo ocurrido en la última semana, que me apoyaba mientras el resto del mundo me había ignorado. Y ese era uno de esos momentos para mí.
-¿De veras crees, muchacho, que existe un Dios misericorde, todo amor a quien le importas? Mira a tu alrededor, abre los ojos, piensa en ese hombre, ¿vino tu Dios a evitar aquello? No, no lo hizo, y te diré por qué: Porque no te ama, ni ti, ni a ese hombre, ni a nadie. Porque si es un ente perfecto como todos veneráis, entonces el amor no tiene cabida en su existencia; de hecho, el amor que los hombres experimentan no es más que el fruto del profundo odio que siente Dios por los seres humanos. Su desprecio hacía vosotros le ha llevado a haceros experimentar el más mísero de los sentimientos, el que es capaz de lograr que un gran hombre repleto de valor, se convierta en un amasijo inútil de miedos e inseguridades. El amor destruye, te mata por dentro, el amor es la peor enfermedad que el hombre sufrirá jamás.
Aquellas palabras se precipitaron sobre mí como una avalancha. Pero la oleada de sus hirientes palabras no cesó ahí…
-Dime chico, ya que veo que no te convencen mis palabras, ¿por qué permite todo esto? ¿Soy yo el fruto de la creación de Dios? ¿Lo eres tú?- jamás di una respuesta a aquellas preguntas, ya que eso era algo que no se esperaba de mí, así que Caín prosiguió con su discurso apocalíptico.- Sin embargo, hay algo en lo que tienes razón, Dios jamás deseó el sufrimiento que nosotros causamos, porque nosotros no pertenecemos a la creación de Dios. Estamos fuera Ían. Nuestro Padre es otro. Alguien que se rebeló contra el sistema establecido, que jamás se resignó a ser lo que esperaban que fuera. Cuya única culpa fue, tratar de perfeccionarse a sí mismo, ¿qué clase de pecado es ese? ¿No es acaso lo que todos tratamos de hacer, nuestra misión? Luchó contra el dictador celestial, pero fue derrotado, o eso es lo que todo el mundo pienso, incluso tu propio Dios- puso especial acritud al pronunciar esta palabra.- en su tremenda vanidad, quiso creer que había derrotado al más hermoso de los ángeles jamás creados; al único que se atrevió a desafiar a un líder impuesto. No obstante, jamás sucedió tal cosa, el portador de luz desterrado a la Tierra contemplo con tristeza la tremenda injusticia terrenal que se estaba realizando con sus habitantes, y se sintió solo. Hasta que surgimos nosotros, seres muy diferentes a los hombres, con una capacidad sensorial muy extraña, capaces de sembrar el pánico o traer la paz.
-Y decidisteis sembrar el pánico, por supuesto.- dije interrumpiendo el relato de Caín.-¿Por qué?
-Porque nosotros también fuimos capaces de percibir la crueldad de este mundo, el engaño, y mucho peor todavía, descubrimos la verdad. La verdad de un mundo ciego. Nuestra especie fue masacrada durante siglos, no éramos lo suficientemente fuertes como para escapar de las garras de la sumisa sociedad, que se había generalizado por todas partes. Hasta que él nos encontró, y estableció un nuevo orden. Nunca más tendríamos que estar solos. Con un soplo de su aliento, fortificó nuestro poder, y nos dio la capacidad de elección, salvar o aniquilar, vida o muerte.
-No era una verdadera libertad, Él sabría en cualquier caso que es lo que haríais, sabía que arremeteríais contra el mundo.
-Sí, Ían, Él ya lo sabía, y nosotros también. Pero al fin y al cabo, era lo justo.
La conversación terminó con esta lúgubre frase. Pero mi mente no había dejado de funcionar.
Puede que porque yo en el fondo de mi ser también lo creía así; porque pensaba que el mundo era una gran mentira, y Caín había arrojado algo de luz sobre la permanente oscuridad. No sé si existe un Dios o un Diablo, si es bueno, o es malo, solo sabía una cosa con certeza, Él no iba a acudir en nuestra ayuda: estamos solos.
No podía creer aquello… mi destrozada mente no podía aceptar la idea de que aquel hombre acababa de desaparecer. De que alguien pudiera albergar tanto poder.

Su mirada fría, su rostro invadido por una mueca de horror jamás se borró de mis pensamientos… quizás porque fue la primera víctima que contemple, quizás porque fue la última antes de renegar a mi naturaleza humana.