Caí de rodillas al suelo completamente derrotado, ¿era
posible aquello?...pero… ¿cómo?
“Oh Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este terrible hecho,
necesito tu apoyo, necesito a alguien, no puedo soportar esta completa soledad
que me invade.” Estas palabras pronuncié en mi mente mientras iniciaba el
retorno al castillo junto con Caín; el viaje fue lento y silencioso, el no
asemejaba dispuesto a hablarme, y yo por mi parte me encontraba hablando con
Dios. Más que hablar establecía un monólogo conmigo mismo, nadie me respondió
jamás.
-No malgastes tus fuerzas hijo- se dirigió a mí Caín de
nuevo adivinando lo que pensaba, si es que en realidad lo adivinaba… empezaba a
sospechar que podía leer en mí como un libro abierto.- Dios no te escucha,
nunca lo hará más, te dio la espalda en el preciso instante en el que te
alejaste de su lado y tocaste a la puerta del infierno, para servir al reino de
las tinieblas.
No era posible, no me resigné entonces a esa idea… Pero…
¿era cierto? ¿Defraudé a Dios? Y la respuesta vino de lo más profundo de mi
ser, desde donde un sentimiento mucho más visceral de lo que jamás había
sentido me invadió.
-¡No! No digas esas cosas…no te atrevas.-Más que una amenaza
mi voz entonces sonó como una súplica.-Dios no puede haberme abandonado, no importa
lo que haya sucedido, el es bueno y nos ama a todos por igual.-Mis ojos se
llenaron de lágrimas ante la simple idea de que aquello a lo que me aferraba
con tanto ímpetu no fuera cierto.
No me malinterpretéis, nunca fui un fanático religioso, pero
hay momentos en la vida de las personas en los que necesitas saber que alguien,
aunque fuera uno solo, no me juzgaba por todo lo ocurrido en la última semana,
que me apoyaba mientras el resto del mundo me había ignorado. Y ese era uno de
esos momentos para mí.
-¿De veras crees, muchacho, que existe un Dios misericorde,
todo amor a quien le importas? Mira a tu alrededor, abre los ojos, piensa en
ese hombre, ¿vino tu Dios a evitar aquello? No, no lo hizo, y te diré por qué:
Porque no te ama, ni ti, ni a ese hombre, ni a nadie. Porque si es un ente
perfecto como todos veneráis, entonces el amor no tiene cabida en su
existencia; de hecho, el amor que los hombres experimentan no es más que el
fruto del profundo odio que siente Dios por los seres humanos. Su desprecio
hacía vosotros le ha llevado a haceros experimentar el más mísero de los
sentimientos, el que es capaz de lograr que un gran hombre repleto de valor, se
convierta en un amasijo inútil de miedos e inseguridades. El amor destruye, te
mata por dentro, el amor es la peor enfermedad que el hombre sufrirá jamás.
Aquellas palabras se precipitaron sobre mí como una
avalancha. Pero la oleada de sus hirientes palabras no cesó ahí…
-Dime chico, ya que veo que no te convencen mis palabras,
¿por qué permite todo esto? ¿Soy yo el fruto de la creación de Dios? ¿Lo eres
tú?- jamás di una respuesta a aquellas preguntas, ya que eso era algo que no se
esperaba de mí, así que Caín prosiguió con su discurso apocalíptico.- Sin
embargo, hay algo en lo que tienes razón, Dios jamás deseó el sufrimiento que
nosotros causamos, porque nosotros no pertenecemos a la creación de Dios.
Estamos fuera Ían. Nuestro Padre es otro. Alguien que se rebeló contra el
sistema establecido, que jamás se resignó a ser lo que esperaban que fuera. Cuya
única culpa fue, tratar de perfeccionarse a sí mismo, ¿qué clase de pecado es
ese? ¿No es acaso lo que todos tratamos de hacer, nuestra misión? Luchó contra
el dictador celestial, pero fue derrotado, o eso es lo que todo el mundo
pienso, incluso tu propio Dios- puso especial acritud al pronunciar esta
palabra.- en su tremenda vanidad, quiso creer que había derrotado al más
hermoso de los ángeles jamás creados; al único que se atrevió a desafiar a un
líder impuesto. No obstante, jamás sucedió tal cosa, el portador de luz
desterrado a la Tierra contemplo con tristeza la tremenda injusticia terrenal
que se estaba realizando con sus habitantes, y se sintió solo. Hasta que
surgimos nosotros, seres muy diferentes a los hombres, con una capacidad
sensorial muy extraña, capaces de sembrar el pánico o traer la paz.
-Y decidisteis sembrar el pánico, por supuesto.- dije
interrumpiendo el relato de Caín.-¿Por qué?
-Porque nosotros también fuimos capaces de percibir la
crueldad de este mundo, el engaño, y mucho peor todavía, descubrimos la verdad.
La verdad de un mundo ciego. Nuestra especie fue masacrada durante siglos, no
éramos lo suficientemente fuertes como para escapar de las garras de la sumisa
sociedad, que se había generalizado por todas partes. Hasta que él nos encontró,
y estableció un nuevo orden. Nunca más tendríamos que estar solos. Con un soplo
de su aliento, fortificó nuestro poder, y nos dio la capacidad de elección,
salvar o aniquilar, vida o muerte.
-No era una verdadera libertad, Él sabría en cualquier caso
que es lo que haríais, sabía que arremeteríais contra el mundo.
-Sí, Ían, Él ya lo sabía, y nosotros también. Pero al fin y
al cabo, era lo justo.
La conversación terminó con esta lúgubre frase. Pero mi
mente no había dejado de funcionar.
Puede que porque yo en el fondo de mi ser también lo creía
así; porque pensaba que el mundo era una gran mentira, y Caín había arrojado
algo de luz sobre la permanente oscuridad. No sé si existe un Dios o un Diablo,
si es bueno, o es malo, solo sabía una cosa con certeza, Él no iba a acudir en
nuestra ayuda: estamos solos.
No podía creer aquello… mi destrozada mente no podía aceptar
la idea de que aquel hombre acababa de desaparecer. De que alguien pudiera
albergar tanto poder.
Su mirada fría, su rostro invadido por una mueca de horror
jamás se borró de mis pensamientos… quizás porque fue la primera víctima que
contemple, quizás porque fue la última antes de renegar a mi naturaleza humana.
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