jueves, 26 de marzo de 2015

Animalicémonos



Sin ocupaciones como me encontraba decidí hacer honor al don que la naturaleza nos ha dado y decidí pensar, y como es de nosotros desde donde mana esta esencia tan hermosa decidí pensar en el hombre, en su camino, su "evolución", y maldito el momento en que tomé la condenada decisión pues conforme más pienso más me doy cuenta de que cuanto más se desarrolla el ser humano más se pierde.

El ser humano es el único animal capaz de exterminar cruelmente a los miembros de su misma especie; el ciervo cesa en su lucha cuando ve que el territorio al fin es suyo, el pavo real pliega sus plumas al comprobar que ha obtenido a la hembra, el lobo suelta su mandíbula del cuello del adversario cuando este se subordina a él; y por supuesto no hay maldad en ninguno de sus actos, pues ellos no la conocen. El ser humano sin embargo, apretará el gatillo aún cuando su enemigo yace en el suelo rogando piedad.
Ya no somos animales, hemos perdido eso en el camino, y es lo peor que podríamos haber hecho.

Cuanto más innovamos, cuanto más creamos, cuanto más nos humanizamos en definitiva, más nos vamos alejando del reino animal al que pertenecimos una vez. Esta es la razón por la que muchas personas andan desesperadas tratando de encontrar su lugar en este mundo, sintiendo que no encajan en ningún sitio. Nos hemos desvinculado de donde pertenecemos, tanto que ya lo admitimos de forma innata; construimos edificios y rascacielos de cientos de pisos soñando tocar el cielo, las religiones crean paraísos alternativos donde podremos encontrar la paz y vivir mejor, las cuentos e historias nos presentan mundos imaginarios para evadirnos de este, incluso en la filosofía ya Platón nos prometía que si nos esforzábamos por salir de la caverna alcanzaríamos el maravilloso mundo de las ideas.

Estamos tan ciegos que somos incapaces de ver que nuestro lugar no es el cielo, ni la Luna, ni Marte, es el suelo, inventamos maravillas, paraísos y mundos, olvidando que nuestro mundo ya es una maravilla y un paraíso que tardó más de siete días en formarse (mucho más). Nuestro lugar es este, no el rascacielos, no el helicóptero ni el yate, nuestro lugar es tan lujoso como el campo entre el que saltan los conejos, el fango entre el que los cerdos se revuelcan, la tierra de la que el sauce se nutre.

Hemos vencido a la muerte, alargando nuestra estancia en el planeta para aumentar el tiempo que pasamos viviendo este sinsentido, pues en eso se traduce todo cuando no eres de ningún sitio.
Pero eso es completamente falso, nuestra casa en inmensa, tanto que no podremos conocerla entera en una sola vida (por mucho que la estiremos),¿no es esta la riqueza que siempre hemos buscado? ¿O es que nos asusta darnos cuenta que somos como el resto, que no somos tan único ni tan indispensables como nos creíamos?
Poco nos diferencia de una ardilla, nadie puede negarlo, aunque lo intentemos solo conseguiremos aumentar más y más nuestra angustia (por eso el estrés se ha convertido hoy en la epidemia de nuestra especie), ambos estamos aquí para lo mismo.

Con todo esto no digo que debamos renunciar a nuestro cerebro, eso jamás, nuestro lado racional es nuestra esencia, debemos continuar creando, continuar avanzando, estamos programados para ello, es lo que hace que este mundo sea más rico de lo que es, pero debemos hacerlo bien. El camino ya lo conocemos, él late en nosotros, y no es otro que la animalización.

Animalicémonos para poder seguir respirando. Animalicémonos para poder vivir en paz. Animalicémonos para volver a ser felices. Animalicémonos para salvarnos de este caos. Pero sobretodo, animalicémonos para volver a ser humanos.

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